Como mucha gente pinto y dibujo desde que era una enana. Garabatos que un día tuvieron sentido y que ahora lo carecen. Mi padre aún conserva algunas de esos pequeños y extraños garabatos.
Recuerdo alrededor de los siete u ocho años calcaba los dibujos en un papel (que no sé cómo se llama) los dibujos de mis libros. Era un papel que ponías entre el dibujo que querías calcar y el folio donde lo calcabas. Pasabas el lápiz por el dibujo y este se pasaba al folio. El dibujo real se quedaba con toda la marca del lápiz. Recuerdo en especial uno de la sirenita, el último dibujo del cuento, cuando el príncipe y ella estaban sentados en la roca. Todavía tengo ese libro y sigue teniendo el lápiz por él.
Antes de pasarme al óleo y cosas más refinadas, dibujaba con lápiz y pintaba con pinturas de palo o ceras. En el 2011, descubrí el mundo del óleo con mi primera maleta de pintura, regalo de mis padres. Mi primer cuadro es horrendo (de verdad), pero creo que voy mejorando. Tiempo después comencé con el carboncillo, pero no me convence, mancha, pero no de la misma manera que el óleo. Mancharme con óleo me fascina, con el carboncillo no. No sé porqué. Y por último, está la acuarela, que lo retomé cuando encontré mis acuarelas del colegio. Son rápidas, húmedas y todavía no los controlo. Me gustan.
Recapitulando, pinto con lápiz, rotuladores, bolígrafos, óleo carboncillo y acuarelas.
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